Vigeland, un parque de récord en Noruega

El parque Frogner alberga el parque escultórico más grande del mundo creado por un solo artista, se encuentra en Oslo y es también conocido como Vigeland Park.

Me gustó mucho el enorme y diferente parque, fruto de una obsesión, de un acuerdo con el Ayuntamiento de la ciudad y de toda una existencia dedicada al estudio de la anatomía. Gustav Vigeland consagró su cuerpo y alma a este parque, le dedicó toda su vida…y a la vez lo llenó de vida cotidiana congelada en el tiempo.

Imagina una pequeña población de unos 212 habitantes desnudos, de todas las edades, …todos quietos, paralizados, como si un rayo divino los hubiera petrificado y convertido en nórdico granito o en bronce.

212 personas a tamaño real, dándose la mano, la espalda, apoyo, besos, caricias, …niños jugando, jóvenes cuchicheando, mujeres corriendo y amamantando, ancianas consolando, parejas discutiendo, hombres solitarios, abuelos arrugados, esqueletos…

Más de un centenar de diferentes estados de ánimos, distintos momentos vitales que componen todo un catálogo del paso por la vida, de las edades de la vida, …de la Vida.

Don Vigeland no solo creó todas las esculturas, diseñó todo el parque Frogner. Desde la bonita entrada principal, con su puerta Art Noveau y sus farolas de hierro forjado, al puente plagado con 58 esculturas, a las simbólicas fuentes…

Hay obras con mucho realismo y encanto, algunas con dulzura, otras con agonía… De todas ellas son quizás las obras más destacadas, un niño con un berrinche, que ya tiene brillantes el minipito, el pie y la mano de tanto ritual turístico de frotamiento, la fuente que representa la rueda de la vida y el gran monolito.

Pese haberse convertido en un símbolo de la ciudad, el llamado Gruñón, ha sufrido un par de ataques vandálicos, una vez lo pintaron de rosa y otra vez lo arrojaron a un contenedor de basura.

En la zona más alta del parque, es donde se encuentra el imponente monolito de 17 metros de altura y 121 cuerpos humanos enredados que trepan hacia un metafórico y literal cielo. 14 años de trabajo diario, tres picapedreros y las manos de Vigeland hicieron posible esta obra tallada en una única y enorme pieza de granito.

Hace muchos años, estuvimos allí. Recuerdo que era un día de verano azul, con cientos de oslenses haciendo la fotosíntesis, con barbacoas unidosis, niños corriendo, parejas de la mano,… El parque de la vida rebosaba de vida.

17 años después, volvimos a Noruega a buscar las auroras boreales, y al pasar por la capital, quise regresar al parque. La oscuridad, la nieve, cuatro guiris, dos perros y la Navidad habitaban el lugar. Un paisaje muy diferente… pero las esculturas seguían vivas a su manera, mojadas, frías…recongeladas en el tiempo.

Me gustaba imaginar el fantasma de Don Vigeland pululando por aquel nevado parque donde residió, trabajó y falleció…me lo imaginé con un oscuro abrigo paseando entre sus vivas esculturas. Él murió sin contemplar toda su obra acabada pero, de alguna forma, 212 pedacitos de su alma, dieron y dan vida a las pétreas esculturas.

Es uno de los principales atractivos de la ciudad. La entrada es gratuita, siempre está abierto, y en los terrenos del parque también puedes visitar la curiosa casa-museo del artista (adultos 12€ aprox, gratis si tienes el pase turístico llamado Oslo Pass, consulta aquí precios actualizados y horarios). Este año se celebra el 150 cumpleaños de Gustav Vigeland y se llevarán a cabo eventos, exposiciones, talleres… si visitas el país echa un vistazo a la agenda cultural de la ciudad y del parque-museo. Y si te apetece, aquí puedes leer nuestro paseo por Oslo, capital verde europea 2019.