Don Skukuza y Gibraltar

Él se llamaba James Stevenson Hamilton, pero todos le conocían como Skukuza, que en lengua tsonga, significa algo así como “escoba”, “el que barre o limpia” o “el que le da la vuelta a todo”. El coronel, desplazó a los pocos locales que quedaban en la zona, disminuyó la caza furtiva…y comenzó a crear un Parque desde cero. Hoy, junto a su compañero de sabana Harry Wolhuter´s, y al político Paul Kruger, se le considera uno de los padres fundadores del Parque Nacional Kruger (Sudáfrica).

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El Coronel Skukuza, nacido en Dublín pero criado en la Escocia natal de sus padres, rondaba los 35 años cuando llegó a Nelspruit un día cualquiera de 1902. Le habían descrito el lugar como “la tumba de los blancos” pues era muy difícil escapar de la malaria. Recordaba que sus superiores tan solo le dieron una orden, una única instrucción; debía convertirse en alguien muy impopular entre los cazadores, debía ser odiado por ellos. Y así fue. En los duros comienzos se instaló cerca del río Crocodile y, con mucho esfuerzo, tesón, ganas y cabezonería, poco a poco, detuvo a cazadores furtivos, amplió los límites de la Reserva, aprovechó el paso del ferrocarril, frenó la tala masiva de árboles…recibió a los primeros visitantes…y se convirtió en el primer guarda del Parque.
Hoy día el campamento principal del Parque Nacional Kruger, y un gecko, llevan en honor su nombre.

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Fuente: Wikipedia

Recuerdo que cuando visitamos las pequeñas cabañas históricas expuestas en el campamento de Skukuza -entre cuchillos, quinqués y originales somieres- leí en algunos pies de foto el familiar nombre de “Gibraltar”. De inmediato se despertó mi curiosidad, supongo que por mi mucha proximidad física a mi vecina colonia británica, así que, cuando llegué a casa busqué más info de Don Skukuza y su familia.

Sin duda el aristocrático coronel dedicó toda su vida al Parque; se ganó muy buena reputación deteniendo a un par de policías que eran furtivos, patrullaba a pie, a caballo,…le gustaba la ornitología, se convirtió en un gran naturalista y escribió varios libros. El primero de ellos, “Animal life in Africa (1912)”, tenía el prólogo escrito por el presidente de Estados Unidos, Theodore Roosevelt. Otras obras fueron The Low-veld, its wild life and its people (1929); South African Eden (1937) y Wild life in South Africa (1947).

Don Skukuza rondaba los sesenta años cuando contrajo la malaria y tuvo que ser hospitalizado en Londres. Lo que él no sabía es que gracias a la picadura del animal que en África más muertes causaba, y causa, conocería a la joven y aristocrática Hilda Cholmondeley, su futura esposa.

Cuando se recuperó, regresó a su querido Parque. Y poco tiempo después, en 1929, Hilda con 28 años, llegó a Sudáfrica para casarse con el coronel y comenzar una nueva, y muy diferente vida. Cuando ella se instaló hacía dos años que el Parque estaba abierto al público. Los primeros turistas pagaban una libra para entrar, y el primer año solo visitaron el Parque tres vehículos, al siguiente en 1928, fueron 180, y 850 vehículos lo visitaban cuando Hilda llegó. En la actualidad el Parque Nacional Kruger recibe más de un millón de visitantes al año.

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La pareja tuvo tres hijos. La primogénita Hilda Margaret, falleció a los tres años de meningitis, pero James y Anne crecieron felices entre monos, jirafas, elefantes…y perros…un basset de nombre Brutus, Siam el beagle y Badger el bullterrier.

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Fuente: http://www.wearewhiteriver.com

Hilda se aficionó a la botánica, tanto que llegó a crear un importante herbario y publicar un par de artículos sobre la toxicidad de algunas especies de plantas sudafricanas. Hoy su colección se guarda en algún museo de Pretoria.

Cuando Don Skukuza rondaba los 80 años, y se acercaba el momento de su jubilación, envió a su esposa en busca de algún lugar agradable donde retirarse. Después de 44 años de servicio en el Parque ya no se imaginaba en su fría Escocia y deseaba acabar sus días en su-África.

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Fuente: http://www.wearewhiteriver.com

Hilda aprovechó sus contactos y amistades, y se dirigió a ver la propiedad del duque de Sutherland en el lago Longmere. Por el camino se sentó en una colina y vio una interesante finca con tres chozas de barro, estaba al otro lado de la presa, era la oficina de correos de Klipkopje… y en ese instante sobre aquella colina que ella misma bautizó como Hilda´s hill, lo supo; había encontrado “el lugar” .

Se enamoró de aquella finca que, precisamente, no estaba en venta. Pero ella era una australiana-británica decidida,… una mujer que tenía un león como mascota, y que a diario se enfrentaba con la vida silvestre-salvaje,…no iba a rendirse a la primera. Su propietario era un nefasto agricultor y, con la insistencia y tozudez de Hilda, acabó vendiendo aquella rústica propiedad al noreste de White river.

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León de Hilda. Fuente: http://www.wearewhiteriver.com

Compraron la finca pero… después de la guerra era complicado encontrar materiales de construcción. Como siempre hicieron, la pareja se adaptó al medio y se apañaron con las tres rústicas chozas que había en la propiedad. Hilda, conocedora de la dureza y resistencia que podía tener un suelo de boñigas y barro bien hecho, decidió que de la misma forma construirían ladrillos de adobe y así, poco a poco, fueron añadiendo habitaciones a la casa conforme las necesitaban.

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Fuente: http://www.wearewhiteriver.com

A Hilda le gustaba los pinceles, era pintora y dibujó en una mesa de la casa un africano paisaje con las especies del Parque creando un personal y bonito Kruger- mandala.

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Fuente: http://www.wearewhiteriver.com

Y fue ella quien le puso a la finca el, para mi curioso, nombre de Gibraltar. Ahora ya sé que fue porque desde allí, al final de la presa, veía una enorme roca que le recordaba la silueta del Peñón.
Ambos vivieron en “Gibraltar” hasta que fallecieron, él en 1957 a la edad de 90 años, ella en 1979 con 78. Sus cenizas fueron esparcidas por su hija en una de las colinas preferidas de la pareja, a 14 km al sur del actual Skukuza camp.

Me hace sonreír que nosotros vivimos en el Campo de Gibraltar, en pleno Estrecho, a 14 km del Norte de nuestra vecina África, y sonrío al pensar que, de alguna forma, la vista panorámica de Don Skukuza y Doña Hilda debía ser “similar” a la nuestra 😉

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Recuerdo que fue una mañana de diciembre de 2016 cuando, nos despedíamos del Parque y, subimos aquella colina preferida desde donde ellos disfrutaban de las africanas vistas y donde su hija Anne espació sus cenizas. Hoy, en una enorme roca, una placa conmemora la fecha de la muerte de Skukuza y su esposa.

Allí, después de leer la escueta placa rodeada de super boñigas de elefantes, pensé por un momento en un posible y paradójico o curioso ciclo de vida de esas cenizas… Imaginé pequeñas partículas de Don Skukuza viajando en el aire, fusionadas con la tierra, depositadas en las plantas, en la sabana, alcanzando algún río…enredadas en la melena de algún león, posadas en las boñigas… en los escarabajos peloteros, en las aves que se comen a los escarabajos,…en los mamíferos que cazan aves…en los mamíferos que comen a otros mamíferos…Los átomos de Don Skukuza están por todas partes, incluso en el aire que allí respiramos …y sin duda, un poquito de él, está en todo lo que hoy vemos en el Parque Nacional Kruger.

Hoy, verano de 2017, escribo frente a Gibraltar… y sonrío al imaginar que tengo átomos de Don Skukuza aquí conmigo… justo aquí, frente a la Roca cuya silueta inspiró el nombre de su finca.

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Fuente: http://www.wearewhiteriver.com


6 respuestas a “Don Skukuza y Gibraltar

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